Lucas Damián Cortiana (Chivilcoy, Argentina, 1983), escritor, nació un domingo de tormenta, desnudo como todos, escuálido, horrible, pegoteado y perplejo. A la edad de su alumbramiento y hasta algún tiempo después, sus vicios fueron pocos pero concretos: tetas y dormir, -es extraño que algunos los mantengan aún en edades adultas-. De niño esperaba demasiado de él y del mundo, pero pronto cayó en la certeza de que esperar es una pérdida de tiempo, que la verdad de la milanesa, lo que corta el bacalao es moverse, columpiarse, romperse, girar(se) y si es posible, volar(se). Cuando llegó a la adolescencia había olvidado todo aprendizaje motriz, sensorial y simbólico de su infancia, por lo que deambuló las calles tocando y chupando todo objeto que le resultara extraño o encantador. Intentó incursionar, aunque improvisadamente, en el ámbito sentimental con resultados no del todo felices. Nunca pudo salir de aquel período pubertario, haciéndose su actuar poderosamente notorio en los ámbitos del arte y el espectáculo, donde los comportamientos extravagantes son aplaudidos y vitoreados; no así su familia que lo condenó al ostracismo. Actualmente su vida y obra consiste en recuperar el amor de sus afectos escribiendo los versos más hermosos que un niño-hombre podría escribir.
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