Cecilia Ortiz y Camen Membrilla Olea.
ENTREVISTA A RODOLFO. POR MARGARITA POLO VIAMONTES
Ahora la nieve
lo cubre todo en el jardín, no podemos salir al balcón, como lo hicimos en
junio, mirando anochecer increíblemente a las 10 pm; un espectáculo
impresionante para quienes vivimos al otro lado del planeta. Ahora Rodolfo y su
esposa Petra me reciben, con su amabilidad de siempre, pero con un frío
ambiente alrededor a pesar de la calefacción, pues permanecemos abrigados
tomando el ron cubano que trajeron de su reciente viaje a Cuba y comiendo
estelares bocaditos alemanes, preparados por ellos.
En esta ocasión tampoco la visita es para quedarnos
varios días paseando juntos las calles de Berlín, sino para realizar una
entrevista especial para la Revista Internacional Geallitera, que publica
mensualmente textos de poetas y escritores de varias partes del mundo, entre
ellos Rodolfo Torres Rodríguez, escritor cubano radicado en Alemania hace
muchos años.
La poetisa argentina Cecilia Ortiz, editora de
Geallitera, junto a la española Carmen Membrilla, me solicitaron entrevistar a
Rodolfo, quien recibió recientemente el Premio de Literatura en español,
Carmenluisa Pinto del 2015, que otorga la Editorial Entre Líneas, a los mejores
libros publicados por esa casa editora anualmente, gracias a su obra La soledad siempre viene acompañada, la
cual resultó, además, el Mejor libro del Año.
Acorde al veredicto del jurado internacional el libro
se premió, y cito textualmente: “porque abarca con amplitud las vicisitudes, el
pensar, las costumbres y la cotidianidad del cubano de a pie. Historia narrada
con la sabia manera de contar del autor, amena y llena de un criollismo que lo
hace universal.” Entre jaranas y anécdotas recientes, logramos el instante
necesario para comenzar las preguntas:
―¿Rodolfo, suponías
obtener premios por este libro, cuando lo enviaste a la Editorial Entre
Líneas? ¿Cuánto tiempo te costó
escribirlo? ¿Hay en esa narración una realidad vivida por ti, o solo es parte
de tu imaginación? ¿Has ganado otros galardones como este en tu trabajo de
escritor?
Mi querida Márgara, jamás he escrito nada pensando en
concursos, porque eso sería limitarme, ponerme yo mismo una meta, una frontera,
y necesito pensar en lo que escribo ajeno a moldes. No me gustan los moldes. Si
tengo un libro ya listo para cierta fecha y cabe en los puntos que se exigen
pues bienvenido sea. Trabajé de esta manera el libro de cuentos Mis hermanos en la guerra, sobre mis
experiencias en la guerra de Angola, y que resultara premio en el concurso 26
de Julio, de las FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias), 1981. Se trataba de
textos que tenían años de elaborados, porque volví de Angola a principios de
1977, y no me costó nada acopiarlos para el concurso. Y sí, he obtenido otros
premios que ya ni recuerdo cuándo ni dónde. Es que me he dado cuenta de que al
final lo único que cuenta, lo que queda, es el texto que cada cual elabora, sea
exitoso o no, porque en ese texto está la persona, estoy yo, el que tú conoces
y mis amigos también, el mismo de siempre. Algo así no lo cambio por ningún
premio. De ahí que me moleste hacer concesiones, digo admitir cambios en lo que
escribo, para que simplemente publiquen mis textos.
La novela La
soledad... nace de varias ideas que se fueron uniendo bajo el torturante
hilo conductor al que someto toda información obtenida para armar una historia;
si no encaja en el hilo conductor la deshecho, aunque sea encomiable
información. Y sin dudas las principales
ideas de esa novela tienen que ver con las numerosas visitas que hiciera ―a inicios de la década del 90 del
pasado siglo― a mi amiga
Ana Hilda Pérez, en Habana Vieja y frente al mismo Arzobispado de La Habana. Yo
veía el mundo pasar ante su puerta, conocía personajes y anécdotas y todo eso
me permitió armar mis personajes y la trama de la novela. Lo que hice fue
respirar los aires de aquel barrio.
¿Que si hay algo de una realidad vivida por mí...? Ya
lo creo, porque todo texto por muy ficticio que sea incluido el de ciencia
ficción o el de la más horrorosa pesadilla trae consigo vestigios de una
realidad vivida por el autor, al que mezclo, a la manera del albañil, que
levanta una pared, añadiendo ladrillos. No hay manera de sustraerse al influjo
de la realidad vivida por cada cual. Y a eso agrego mi imaginación.
Conservo de la novela La soledad... una anécdota deliciosa que no aparece en el texto. Ya
yo la había terminado, pero quería opiniones y se la llevé, impresa, a una
española-alemana que es traductora, aquí en Berlín. Pocos días después fui por
su casa y en la puerta me recibió un ingeniero cubano para el que ella estaba
trabajando como intérprete. Se dio media vuelta, buscó la impresión y me la
puso con alguna brusquedad en las manos, para decirme sin venir a cuento:
"Compadre, dedíquese a otra cosa y no escriba más". Fueron palabras
que me estimularon, me empujaron a revisar la novela y con más razón la envié a
otras personas. Las opiniones fueron muy diferentes, y una de ellas ―la de la escritora cubana Cira Andrés
Esquivel, en Barcelona―
me empujó a querer ese libro y a pensar con mucha seriedad en él.
―Conocemos
que posees una colección de libros ¿Cuántos tienes en total? ¿En cuales
editoriales han hecho realidad tu sueño de escritor?
El primero de "mis" libros es un largo
cuento titulado Los ojos de unas
pomarrosas, publicado en una selección de cuentos titulada Nuevos
Narradores, 1974, creo por Letras Cubanas. Le siguió Mis hermanos en la guerra, de la misma editorial, y casi todos los
cuentos de este libro vieron posteriormente la luz en idioma ruso, pero perdí
inexplicablemente en cierta casa editora de cuyo nombre no quiero acordarme el
original de Más allá de mis raíces, y
como siempre uno piensa que fueron los mejores pues aquellos cuentos fueron los
mejores que yo escribí.
A mediados de la década de los 80 había terminado la
selección de cuentos El diablo quiere ser
bueno, que puse a consideración de la editorial Letras Cubanas, pero cuando
le llegó el "turno" para la impresión había empezado el "Periodo
Especial" y todo sufrió una fuerte contracción, incluida la tinta y el
papel, y el libro de casi 200 páginas entró en prensa con unas pocas decenas y
bajo el título El camino del infierno,que
es uno de los cuentos. Por cierto, de este título guardo una buena anécdota: yo
vivía por entonces bastante cerca de donde se realizan las ferias
internacionales del libro y me fui a dar una vuelta a aquel sitio. Ese mismo
día un escritor hablaría de su obra y del libro que presentaba. Esperé un rato
y me largué, no tenía paciencia. Al otro día me llamó un amigo periodista y me
dijo que por qué no había asistido a la presentación de El camino del infierno,jejejeje.
Con tanta risa a Rodolfo se le olvida mencionar que, en
Miami, comenzó las publicaciones de sus libros con la monografía documentada Un cementerio que agoniza, en el 2011,
investigación sobre el nacimiento y transformación de los cementerios, a través
de la Necrópolis Cristóbal Colón, en Ciudad de La Habana. Luego con la editorial
Entre Líneas publicó la novela titulada ¿Pero
las vacas no ponen huevos?, 2012, dos años después la misma casa editora,
sacó la colección de cuentos Irse,
catorce historias sobre cómo los cubanos logramos salir de la isla. Meses
después y todavía en el 2014 vio la luz la antología Bajo el ala del sombrero, con cuentos de cinco autores coterráneos.
―¿Eres
periodista de profesión y cuentero por afición, o naciste con el alma de
escritor y por eso estudiaste periodismo? ¿Cómo se inició tu carrera? ¿Dónde
comenzaste a escribir, en tu ciudad natal?
Sí, sin dudas todo comenzó para mí en las magistrales
clases impartidas en el Pre-Universitario de Ciego de Ávila, Cuba, por la
doctora Lilia Lamas. Nos enseñó a amar el idioma español. De aquel instituto me
fui a la universidad de La Habana a estudiar Jurisprudencia, pero al año y
medio comprendí que no tenía madera de leguleyo, sino de fabulador. Y regresé a
mi ciudad natal para fundar junto a otros jóvenes el taller literario
"César Vallejo", donde aprendí y aprehendí los rudimentos esenciales
de este solitario oficio, al decir de García Márquez. Y a todo esto debo añadir
toneladas de libros leídos, miles y miles de libros de todos los tipos y
formatos y esencias e ideologías.
Escribiendo en aquel taller vine a descubrir que
podría resultarme muy útil aprender a adueñarme de la realidad que yo mismo
vivía y hacía. Por eso me fui una vez más a la universidad, pero esta vez a
estudiar la que me parecía una buena elección: el periodismo.
―¿Cómo
realizas tu trabajo de escritor, tienes un lugar específico para elaborar tus
obras? ¿De dónde sacas los materiales que utilizas para tus historias?
Tengo un sitio en el que me gusta estar para escribir
porque la luz me entra casi por la espalda, a la izquierda, y creo que allí se
me ocurren las mejores ideas, pero con los años y las numerosas mudanzas de
ciudades, casas y países me he dado cuenta que los sitios buenos son aquellos
donde uno se siente bien, donde está cómodo y es querido y comprendido.
Ni yo mismo tengo idea de dónde me vienen las ideas
para elaborar una historia. Las más de las veces me siento ante el ordenador
con la mente en blanco, pero la profesión como periodista me empuja a escribir
y, sin quererlo, repaso mentalmente las vivencias del día o la semana, y lo
hago con tal acuciosidad que termino sacándole el lado chistoso o agudo a cualquier
situación para hacer finalmente de ella una historia que procuro siempre
redondear.
―¿Posees algo
en el tintero actualmente con posibilidad de publicar en breve ? ¿Quieres
agregar algo más, que te interese dar a conocer a los lectores de Geallitera?
Tengo una novela que verá la luz para la Feria
Internacional del Libro, de Miami, a fines de este año, y tiene que ver con el
maltrato a las mujeres. Además de un libro de cuentos de mis choques culturales
con Alemania y con los alemanes, también el libro de cuentos inédito El diablo quiere ser bueno,así como
otras dos novelas casi concluidas. Pero no me cabe la menor duda que las
mejores ideas están todavía dentro de mí y a punto de salir a la pantalla a
través de las teclas de mi ordenador. Vivo convencido que se escribe más y
mejor mientras se escribe más y mejor, y por supuesto leer, leer y leer.
Agradeciendo a Rodolfo y su esposa Petra, su nueva
acogida en el hogar que tantos momentos lindos nos guarda siempre, a mi familia
y a mí, nos vamos, como dice el Rodo “con nuestra música a otra parte” para
entregar en Argentina, la entrevista que saldrá en Geallitera.
Llevamos con nosotros la certeza de que Rodolfo Torres Rodríguez, escribe
porque lo siente como una necesidad vital, nunca le ha importado ni el dinero
ni la fama, su pasión de escritor es genuina, y cada una de sus obras merece
ser leída y aplaudida. Cada libro de Rodolfo resulta un suceso editorial
importante, incluso merecedores de premios sustanciales, pero tal vez y sin tal
vez, La soledad siempre viene acompañada,le
proporcione a este escritor cubano un hito en su historial personal.
Rodolfo Torres y Margarita Polo Viamontes acompañados por
Pedro Pablo Pérez Santiesteban, director de la editorial que otorga el premio
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